Mucho se habla del “amor propio” y nadie coloca el dedo sobre la herida cuando se trata del descuido o poca atención que le prestan a la alimentación quienes dicen “amarse y aceptarse como son”, pero tienen serios problemas de salud debido a lo que comen, dónde comen y cómo asumen el momento de comer.
Si bien no cuestiono el hacer de nadie, sí deseo mostrarte que amarnos y amar a nuestra familia se demuestra diariamente en los momentos llamados desayuno, almuerzo y cena y para ello te contaré una de las anécdotas que marcó la vida de mi hijo mayor cuando tenía 13 años.
Una tarde mi hijo me dice que quiere comer arepas y yo le dije que sí, que cenaríamos arepas. Así que cuando regresó de jugar me consiguió en la cocina amasando para las arepas. Pero al sentarse frente al plato me dijo las palabras más lapidarias que me ha dicho alguien frente a mis comidas.
-“¡Mamá, yo no quiero comer esto, yo quiero comer una arepa normal, como la gente normal, yo quiero una arepa con queso como comen los vecinos!”.
Obviamente, los ojos se me pusieron enormes de incredulidad al oír cómo ese chico osaba decirme aquella barbaridad frente a unas lindas mini arepitas de colores (de espinaca, de zanahoria y de remolacha), un pollito a la plancha y una ensalada árabe (tabule).
Recuerdo que me dolieron tanto sus palabras que se me salieron las lágrimas sin poderlas disimular, porque los papás siempre intentamos tener buenas respuestas ante este tipo de situaciones y mostrarnos inmutables. Pero fue mi esposo quien, también perplejo, me rescató de aquel embarazoso momento y le dijo que jamás volviera a irrespetarme de esa manera y que debía valorar mi esfuerzo por alimentarnos bien y bonito y si él lo que deseaba era comer feo, pues que desde el día siguiente se preparara sus desayunos y cenas y todas las arepas con queso que deseara porque yo no merecía tanta desconsideración de su parte.
Ese fue el inicio de mi hijo en la cocina y en su proceso de aprendizaje comió muchas arepas crudas y pastas sobre cocinadas, pero también aprendió que esa <b>comida bonita</b> era expresión de trabajo y sobre todo de amor.
Cultura de mesa
La mesa no es solo un mueble, es un instrumento cultural para transmitir valores, conversar desde el corazón, nutrir a la familia y alimentar el cuerpo y el alma.
Una familia que come unida educa y consolida modales y buenos hábitos para toda la vida y yo durante mi vida universitaria y mis primeros años como profesional comí muy mal. Comía encima de los libros, siempre apurada, sin saborear ni masticar bien los alimentos y solo tratando de mantenerme “alimentada” y viva.
Por eso decidí que mi familia comería bonito y eso implica sentarnos a una mesa generalmente bien arreglada, con mantel o individuales, servilletas y hasta flores, aunque sean cortadas de las plantas de Trinitaria de la urbanización.
Si bien los desayunos por diferencia de horarios son azarosos, los almuerzos y cenas son casi ritualistas. No hay celulares sobre la mesa ni televisores encendidos, pero hay algo mejor, hay familia, conversaciones, risas y comida bonita
El amor y la mesa
Cuando se suele hablar de amor y alimentación se suelen evocar esas preparaciones especiales que nos hacían nuestras madres o abuelas para consentirnos. De hecho, en décadas pasadas tener hijos gorditos era signo de salud y de amor porque su aspecto sugería que le daban de comer bastante, pero no se tenía conciencia de qué se le daba de comer comida.
En aquellos tiempos era normal alimentar a un niño de cereales o introducirle alimentos que su sistema digestivo aún no podía procesar por el simple hecho de que tenía mucha hambre y la leche materna no le era suficiente. Incluso se aplaudía cuando un niño de meses de nacido estaba comiendo arroz y caraotas o frijoles, pero lo que estaban eran enseñando a un niño a mal comer y a asociar amor con comidas abundantes y ni hablar de los dulces y las compensaciones de afecto con ellos.
El amor propio y el que sentimos por nuestra familia no está asociado solo a aceptación sino también a la alimentación. Amarnos y amar implica cuidar lo que se come, la salud emocional que se ofrece a los hijos desde la mesa, y comer bonito
Arreglar nuestra mesa para cada comida, crear platos saludables, dedicar tiempo de lectura para saber cómo balancear la comida y aprender cuándo una porción es excesiva, también es amarnos. No hace falta que vengan visitas para disimular lo que no somos y lo que no hacemos nunca en casa o enfermarnos para salir corriendo a buscar medicamentos o un especialista –como un pañito de agua tibia- para ayudarnos a corregir una vida de desamor o decir que somos obesos y que debemos aceptarnos como tal porque eso es amor propio. ¡Nunca es tarde cuando se quiere, comienza a amar desde la mesa!